viernes, 16 de diciembre de 2011

No solo es un juego

Se me ocurren un montón de razones por las que seguir adelante, pero solo una para pensar en dejarlo todo.

Te lo ponen díficil apropósito, sin embargo muchos dependen de ti y llega un momento en que es mucho más que un juego, donde o das un paso adelante o te das la vuelta y te marchas. Podría dejarlo todo, pero pasa una cosa: me encanta el terreno de juego.

Para ello todo se reduce a unos muros, muros que debes construir para separarte de la gente mientras juegas. No ayuda coger confianza, ni hacer amigos. Debes levantar un muro que te separe del resto del mundo, pues cierta gente es demasiado peligrosa. Todo se reduce a unos muros, que levantas con arena rogando que nadie los salte.

¿Que si tengo miedo? No me imagino vivir sin nadie, si es lo que queréis oír, pero una vez que empieza el juego, no puedes permitirte tener amigos. Sin embargo hay que recordar que no son tus enemigos, sino la competencia, y no olvides que los muros no mantienen a los demás fuera, sino a ti dentro.

La vida es un caos, somos así. Puedes pasarte la vida levantando muros o puedes vivirla saltándolos, aunque hay muchos demasiados peligrosos para cruzar y lo único que sé, es que si finalmente te decides a cruzar esos muros, las vistas al otro lado son fantásticas.

Quien duda, está perdido. No podemos fingir que no nos lo dijeron. Todos hemos oído los proverbios a los filósofos, a nuestros abuelos advirtiéndonos sobre el tiempo perdido. Hemos oído a los poetas malditos instándonos a vivir el momento, aunque a veces debemos de cometer nuestros propios errores, debemos aprender nuestras propias lecciones. Debemos dejar las posibilidades del hoy, bajo las posibilidades del mañana hasta que no podamos más, hasta que comprendamos por fin que despertar es mejor que dormir; y que fracasar o cometer un error enorme, es mucho mejor que no haberlo intentado.

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